“Eran las siete de la mañana del
pasado sábado, jugábamos en el campo rival a las nueve, con lo que a las ocho
teníamos que estar en él. Me levanté a la hora exacta, después de haber puesto
el despertador antes de acostarme. Cogí me preparé mi desayuno, mi bolso y me
enfundé el chándal. Sobre las ocho menos cuarto y al ver que no los oía
despiertos, me dirigí a la habitación de mis padres, los cuales se encontraban
durmiendo. Insistí en que se levantarán que se me iba a hacer tarde, a lo que
ellos me decían que no me preocupara que los dejara un ratito más que les daba
tiempo. Me fui a mi cuarto y me puse a ver la tele. Pasaban y pasaban los
minutos y mis padres seguían durmiendo. Cuando eran las ocho y media volví a su
cuarto y, ante mi insistencia ya desesperada, se repitió la misma historia. Regresé
al cuarto siendo consciente que ya no iba a llegar a tiempo, con lo que me
desvestí y me volvía meter en la cama a ver la tele.”
“Mis padres vinieron sobre las
diez al cuarto a reñirme porque no les había dejado dormir y a decirme que si
los partidos fueran más tarde no hubiese pasado eso. ¡Encima que no se habían
levantado ellos la riña me la había llevado yo! Llegó el primer día de
entrenamiento y al preguntarle a mis compañeros por el partido me dijeron que no
pudieron jugarlo porque habían faltado cuatro niños más y no tenían para
completar los siete jugadores. Es decir, por querer dormir algunos padres,
incluidos los míos, habían hecho que el partido que teníamos que haber jugado
no se pudiese disputar. Y yo digo, ¿Por qué mis compañeros, el equipo rival y
yo nos tuvimos que quedar sin jugar porque habían algunos padres que querían
seguir durmiendo, cuando todos estábamos con el chándal esperándoles en la
puerta?”
Seamos conscientes de que cuando
nuestros hijos están en un deporte, llámese fútbol, baloncesto, voleibol, etc.,
los partidos de base son temprano. Lo que no se puede es mantener al niño
entrenando la semana y luego no llevarlo al partido por nosotros querer dormir
un ratito más. Después, seremos los primeros en quejarnos de que el dinero que
pagamos es excesivo o de que el niño juega pocos minutos. Tenemos que empezar
por ser justos nosotros mismos con nuestros hijos. Ya habéis visto como el
“querer dormir” arruina la ilusión de cerca de 20 niños que querían ir a un
campo de fútbol a pasarlo bien y divertirse. ¿Tener esa actitud es querer lo
mejor para el niño?
Ayoze Rguez
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